martes, 24 de julio de 2012

miércoles, 11 de julio de 2012

A finales de marzo pasado, coincidiendo con el inicio de la Semana Santa, mi tía nos obsequió, a sus hermanas, a su marido y a mí, con una suculenta receta de judías blancas a los tres chorizos que, regadas con un buen ribera del duero, hizo nuestras delicias. 
Como buena anfitriona que es, sobre todo en cuanto a lo culinario se refiere, mi tía no deja escapar ni el más mínimo detalle de la liturgia: entrantes, primeros, segundos, postres, café, dulces...un festival, vaya. 
Lástima que, pese a las buenas intenciones de las que iba cargado, aquel manjar propiciase una Semana Santa de pasión inesperada: el organismo de mi madre se reveló ante tal exceso, dijo ¡NO!, bien alto y claro, y acabamos en urgencias, donde hicimos noche aguardando, en principio un diagnóstico, y más tarde una habitación. 
Y allí pasamos las vacaciones... 
¿Mi madre?, afortunadamente bien, recuperándose, gracias.